Nunca las temí, tal vez porque las soñaba pálidas y hermosas, pendientes como nosotros de historias sucedidas en aldeas sin nombre, aguardando el instante oportuno para dejarse oír, para susurrarnos sin palabras: "Estamos aquí, como cada noche". O bien, refugiarse en el silencio denso que anunciaba: "Todo lo que estáis escuchando es cierto. Trágica, dolorosa, dulcemente cierto". Podía ocurrir en cualquier momento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario