sábado, 10 de noviembre de 2012

Hazlo. Haz lo que llevas muchas semanas te apetece hacer. Hablar de él. ¿Por qué no? No es nada malo pequeña... supongo. Y tú ahora me dirás que sí, que cada vez desde ese preciso momento que te giraste y te sonrió te duele mucho más que antes del mensaje, cuando no lo veías. No puedes hacer nada, absolutamente nada. Todo esta echo, y los recuerdos... los recuerdos rotos. Rotos por las esperanzas que pusiste en algo que sabias que no funcionaria nunca. Por todas aquellas horas pérdidas que pasaste, pasas y pasarás pensando en él. Por todas y cada una de las veces en que cierras los ojos y te vuelve a la cabeza su imagen en aquel momento en que lo viste después de muchos meses. Por aquellas miles de noches de verano que pasaste mirando la Luna llorando perdida porque pensabas que no lo olvidarías. Por ser él y su puta sonrisa la que te enamora, y no otra. Y por ser únicamente él por quien estás convencida que harías ahora lo que estuviera en tu mano para ayudarle a cambio de nada.
Porque realmente él es el único, ahora mismo, que te quitaría un poco el gusto amargo de la boca, con tan solo un chasquido de dedos. 

















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