sábado, 25 de agosto de 2012

Aún sin saber muy bien que es lo que haría, sé que en ese momento sabría que hacer.

La verdad es que tengo que dar la razón a todos aquellos y aquellas que dicen que existe un reloj biológico, que es como una especie de reloj interno, como metafórico, que va marcando un poco las necesidades o las etapas de nuestra vida.
Pues con el tema de que he cumplido treinta años, se me ha despertado ese reloj. Si, tengo ganas de ser padre, de tener un niño. Y bueno, todavía no tengo pareja ni nada pero que yo imagino que en un futuro no muy lejano podré enamorarme de una chica, y que ella se enamore de mi, ser el hombre de su vida, y ella ser la mujer de la mía. Incluso poder tener la suerte de compartir el mismo techo, incluso por las noches compartir sabanas y sueños, y que una de esas noches mientras estamos durmiendo, se abra la puerta de la habitación y que se escuchen unos pasitos (tik-tik-tik) y que aparezca mi niño a pie de cama y que me tire de la sabana y que me diga :
-Papá, tengo miedo.
Supongo que en ese momento empezaría a cobrar sentido la palabra instinto porque aún sin saber muy bien que es lo que haría, sé que en ese momento sabría que hacer. Supongo que cogería a mi niño, lo subiría a la cama, lo abrazaría a mi, que yo sentiría su respiración, y que el sintiera la mía, que se quedara dormidito.

Yo creo que en ese momento, a cada lado de mi, yo tendría lo más bonito que me ha pasado en la vida.



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