viernes, 11 de enero de 2013

Aveces me gustaría estar ahí metida, en esas películas tan bonitas que acaban con un final feliz. Sí. ¿Por que no soñar un poquito más? Va, vamos allá. 



Me imagino ahí, sentada en la barra del bar cada mañana, pidiendo mi taza de chocolate muy caliente con nata acompañado de un croissant. Después, al acabar, me dirijo al metro para ir a trabajar. Noto que me miran demasiado, tal vez sea que hoy me he arreglado más de la cuenta o, simplemente, es impresión mía. Pero hoy me siento única, y sé que el día también lo va a ser. Llego al trabajo, al hospital donde cada día analizo unas cuantas muestras de ADN y tal vez algunas de orina de pacientes ansiosos. Después de saludar a alguna que otra compañera y llegar cinco minutos antes, por supuesto, me dirijo al laboratorio. Yendo, me encuentro al Doctor Gómez. Joder con el Doctor... Es el tío más salido que conozco de todo el edificio. Es guapo, la verdad. Tiene los ojos azul claro y una nuez que, desde mi punto de vista, pone mucho. Además lleva una barba de esas de tres días, de las que se afeitan después del polvo de buenos días y se despide de la fulana con la cara suave y con olor a colonia de Paco Rabanne. Por si le falta algo, tiene muchísimo dinero, lo cual no me extraña con lo que gana cada mes. 
Bueno. Como siempre, lo esquivo con un "Hola!" tan rápido que no me da tiempo de ser simpática y sonreírle. Y la verdad es que podría tirármelo ahora mismo encima de la camilla de un simple paciente, pero la verdad es que no es lo mío. No con él y de ese modo. 
Pues continuo. Después de el día de trabajo un poco ajetreado, salgo a la calle y empiezo a correr para no perder el taxi. Allí, me cruzo con alguien en el paso de peatones. Inconscientemente cojo el bolso del suelo y le miro para pedirle disculpas. No puedo. Me he paralizado. Dios. ¿Que me pasa? No se por que no me sale hablar. Él, en cambio, no para de mirarme y esbozarme una sonrisa de oreja a oreja, de las más bonitas que he visto hasta hoy, con los puntitos marcados en cada esquina de las mejillas. 
En fin... Después de unos segundos sin decirnos nada y sonreír tontamente me agarra la mano y me dice "Lo siento, no te había visto" y vuelve otra vez a sonreír. Yo me quedo unos segundos mirando como coge mi mano y después sólo me limito a decir "Nada, no es nada." ¿Nada Clara? Ha sido por tu culpa, boba. Y de repente me marcho, como si no hubiera pasado nada, aunque sé perfectamente que esto no acababa aquí...



Las seis y media de la mañana y sigo sin conciliar el sueño. Me he pasado toda la noche hablando por teléfono con mi mejor amiga del Instituto, intentando tener la mente ocupada en algo, pero al colgar vuelvo a recaer. No se me quita de la mente ese chico, del que ni si quiera sé su nombre. Va, me levanto y me doy una ducha. Que digo. Un baño. Hoy me apetece relajarme un poco en la bañera. Después de media hora salgo de ella y me miro en el espejo. Empañado. Intento borrar el vapor pero no sé porque nunca me ha gustado hacerlo. Son como las huellas dactilares, no se borran de las vidas tocadas. Lo tocas y se quedará marcado el resto de días y cuando vuelvas a bañarte, volverá a empañarse y verás lo que habías escrito. ¡Exacto! Sí... Tengo una idea. 
Y salgo directa del baño y me dirijo otro día, como no, a trabajar. Pillo un café de camino y ando rápida. Y antes de llegar al hospital paso por la calle en la que nos chocamos y me vuelvo a imaginar la escena entre el bullicio. Era bonito en cierta forma. 
A media mañana salgo a almorzar a un nuevo café que habían puesto en la esquina de esa calle que ahora ya era especial. Se llamaba "Samy Coffee", al estilo Americano en la que habían unos Donuts con tanta azúcar que al morderlos podían brillar tus labios durante horas. Pues entro y me apoyo a la barra al lado de la caja, sin ni siquiera mirar alrededor y pido un zumo de naranja bien frío, aunque es pleno invierno y estoy helada, y un bocata de jamón y queso. 
De repente escucho una voz detrás mio que dice "¡Yo igual camarera!". Y me giro con cara de asco, seamos sinceros, pero que de repente se vuelve en una enorme sonrisa. Era él.
Espero que hayas tenido buen gusto en escoger mi almuerzo porque me temo que sino yo te tendré que invitar otro día a ti a almorzar algo que no te guste, y para eso tengo que saber tus gustos antes. Trabajo en la empresa Editel, la de aquí a dos manzanas y mi nombre es Leo, Leo Aguilera.
- ¿Que creído te lo tienes que te vayas a sentar a almorzar conmigo no? Cuidado que te puedes volver a chocar con lo torpe que soy.... 
Y justo en ese momento se sienta a mi lado derecho muy pegado y empieza a darme golpecitos, como si eso a mi me fuera a molestar. Y reímos, y yo le doy un pequeño empujón y me vuelve a empujar. Y nos pasamos así media hora, charlando, sonriendo, picándonos y por supuesto riendo mucho. A fin de cuentas: disfrutando.
- No ha estado mal el almuerzo, por desgracia me ha gustado. Pero... Va, te invitaré a almorzar yo 
igualmente algún día. 
- Encantada.
Y nos despedimos dándonos dos besos y empiezo a correr rápido por la calle y mientras tanto él se queda en frente la puerta del Café mirando como corro. Y me giro por última vez para confirmar que aquello era real.
- Por cierto, yo me llamo Clara, Clara Ruíz.
Y me vuelve a sonreír y me levanta la mano para despedirse. Yo, apenas sonrío y vuelvo a echar a correr porque no volvía a mi hora a trabajar. 
Yo ya contaba las horas para cuando nos volveríamos a encontrar.



El día a día se hacía aburrido. Habían pasado dos semanas desde que lo vi en el café y en el Hospital la normalidad saltaba a la vista. Trabajo más que nunca, ya que eso como he dicho me mantiene la mente ocupada, y vuelvo a casa. Me pego una ducha de agua caliente y el espejo se empaña. Ahí está. Escrito.

10/1/2013

Que bonita me parece esa fecha. El día que nos conocimos, el día que nos encontramos en el café. No quiero que se borre jamás. No, no iba a pasar. Además... ¿Qué mejor manera de empezar el año? 
Amanecía un nuevo día de trabajo y no se me hacía pesado. Estaba contenta con lo que hacía y cómo lo hacía. Hoy en el Hospital me había tocado hacer un par de transfusiones de sangre y poco más había variado. Entro en la sala de medicamentos en frente de la sala de espera de los pacientes y saco del armario del fondo tres jeringuillas y gasas. De repente, alguien muy fuerte me empuja hacía la pared de la derecha. Yo aprieto los ojos queriendo no abrirlos del miedo, pero al final lo hago y veo a una hombre vestido con bata blanca y una mascarilla en la boca. Los abro más que nunca y me quedo paralizada sin saber que pasará. Él, de lo contrario se quita la mascarilla y lo reconozco. ¡Es Leo! ¿Cómo me había encontrado?
Acto seguido me deja de apretar un poco con sus brazos, pero igual de cerca a mí. Yo empiezo a reír.
- ¡Estás loco! Vaya susto me has metido...
- No fue para nada mala idea seguirte para ver donde trabajabas. Ha valido la pena ver tu cara de miedo.
Y me sonríe y me mira fijamente a los ojos.
- Has estado mucho tiempo sin verme, ¿como has podido aguantar, chico fuerte?
- No quería ser pesado por si te distanciabas. 
- No eres una molestia, tonto.
- Lo sé, solo que me gusta que me lo digas.
- ¡Creído!
Y le doy con mi mano un pequeño golpe en el hombro. Y empezamos a reír... Era una escena tonta para cualquiera que la estuviera viendo, porque estar en un metro cuadrado dos cuerpos juntos y con pacientes esperando afuera no tenía nada de gracia. Excepto para nosotros. 
Estoy cómoda. Es más, le diría que por mi nos podíamos quedar hablando todo el día así si él quisiera.
- No lo vuelvas a hacer. 
- ¿El qué?
- Volver como si nada sin darme explicación alguna de porqué te marchas. Si no molesto déjame quedarme aquí contigo por un tiempo.
- Los pacientes esperan.
- Yo he esperado dos semanas para volver a verte y tener el valor de hacerlo. 
- Yo he esperado dos semanas en que volvieras a aparecer.
Y me vuelve a apretar, pero no me molesta, me gusta. Se acerca cada vez más ami y me empieza a acariciar las mejillas, después la barbilla y después me recoge el pelo para atrás y me da un beso en el cuello. Tierno, dulce. Y le abrazo y nos quedamos así unos minutos, pegados compartiendo el aire de la habitación.
Llaman a la puerta quejándose de que no son atendidos los pacientes y yo me limito a decir "¡Salgo ya!".
Nos soltamos un poco y nos quedamos mirándonos a los ojos, pensando si aquello era de verdad amor o sino, si alguien nos podía dar alguna explicación de como podíamos sentir tanto en tan poco tiempo.
- Te espero a las 8:30 en el Café. Te invito a cenar.
Y se acerca muchísimo a mi, directo a la boca y de repente desvía la cara y me da un beso en la mejilla. Sale de la sala y se apoya en la puerta. Me mira y me guiña el ojo.
Sonrío todo el día como una estúpida y me marcho del hospital para casa a arreglarme. Allí me pego una ducha rápida y escribo en el espejo:

29/1/2013

Me visto rápido, me maquillo un poco, me miro por última vez en el espejo del recibidor y salgo de casa. Cierro con llave, las meto en el bolso, lo cierro y corro hacia el ascensor. Me esperaba una gran noche y no quería llegar tarde.






http://www.youtube.com/watch?v=ROAJWCFtOyE

Pd: Puede que haga algunas entradas más continuando esta, muy de vez en cuando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario